En febrero del año pasado, después de pasar años en loop en la parte profesional, empecé una nueva etapa. Me reinventé. Dentro de mí se sentía una felicidad diferente, destellos de algo que me emocionaba pero que no sabía bien qué era, donde de nuevo vi luz y posibilidades.
Este texto lo escribí el 27 de marzo del 2024:
Empecé a sentir ganas de crear nuevas cosas, se me presentaron personas que me inspiraban, que me mostraban una nueva forma de “trabajar” que me comprobaban que se podía vivir de algo que amara. Aunque lo seguía viendo lejano a mí con pensamientos como “tendría que ser más poética como ella”, o “tener más dinero para sí poder dedicarme de lleno a esto”, seguía, no veía claro hacía dónde iba, pero seguía haciendo cosas que se alineaban más a mí. Andaba con el corazón contento.
El 2024, mi año 8, viajé como nunca, empecé nuevos proyectos, me imagino como que una tapadera se movió dentro de mí y mi alma empezó a atragantarse y a querer hacer lo que llevaba tapando años. Fueron bocanadas de agua fresca, de agua que se sentía como magia. Una satisfacción interna que muy pocas veces había sentido.
A finales de año, me volvió a agarrar la duda, pensaba para qué estaba haciendo lo que hacía, hacía dónde iba, algo me faltaba, yo sabía que iba por ahí a lo que quería “dedicarme”, pero necesitaba estructura, entender cómo de todo esto que estaba creando podría vivir, crear un negocio. Un negocio con vida.
Fue entonces que una noche en noviembre cansada de scrollear recordé que en abril me había anotado a la lista de espera de la Academia de Empresarias Digitales de Isa García, no recordaba muy bien de qué iba, pero rápido me levanté prendí mi computadora y me metí a la página web para recordarlo. Todas las características de emprendedora frustrada me seguían haciendo sentido. En febrero iniciamos y fueron 8 semanas que se sintieron como si tomara pastillas de expansión cerebral y motivación directa a mi alma.
Desde muy al inicio empecé a encontrar un sentido y una forma de hacerlo, con cada clase me iban cayendo veintes. Estaba EMOCIONADA. A las pocas semanas decidí hacer una encuesta para saber cuántas personas se sentían como yo me sentí por muchos años y descubrí que la mayoría tenían bruma mental en su día a día, les costaba trabajo sostener un hábito que les hiciera bien y habían postergado algo que les importaba. Fue así como nació la idea de crear Rompe el hielo con la escritura, un reto de 7 días de journaling, para ser descaradamente honesto con uno mismo, va de menos a más. Primero es entender cómo estamos, después sacar la mierda que traemos en el cerebro, no hay que saber qué hacer con ello, solo observarlo. Platicamos con Dios, trabajamos con la intuición, con escenarios posibles si el miedo no estuviera. Y finalizamos con una dirección.
Decidí hacerlo porque después de 5 años aproximadamente de sentirme como robot en mi vida profesional, el año pasado que empecé a escribir mi vida cambió, las cosas se empezaron a mover rápidamente. Así que crear este reto es un atajo para que más personas que se sienten como yo me sentí puedan retomar lo que les emociona.
Ya lo he dicho antes y lo repetiré por siempre: ESCRIBIR DESENTERRÓ MI VOZ, despejó mi mente y me conectó con Dios porque empezaron a llegarme ideas, yo visualizo que me llegan de arriba y se meten por la parte superior de mi cabeza, mi cerebro se emociona y las aprueba, bajan, atraviesan por en medio de mi pecho, se regocijan en mi corazón y siguen a través de mi brazo hasta mi mano para ser escritas. Esas ideas me llegan normalmente caminando y esto sucedió a partir de que empecé a escribir. Es un ciclo. Como dice Julia Cameron: “Las morning pages son una calle de dos sentidos. Enviamos y luego recibimos. Nos vienen ideas, pensamientos, presentimientos, corazonadas…”
Escribir limpia el cerebro, nos hace vernos, el único requisito es ser honestos. Escribir es una revelación. Escribir es estar con nosotros platicando, es limpiar la comunicación entre tú y tu “verdadero yo”.
Después de la primera edición del reto, estos son algunos de los testimonios que más me motivan: “fue increíble, se me quitó la bruma mental”. “Me di cuenta cuántas veces repito la palabra “miedo”. “Después de escribir me sentía más en paz y emocionada” “Descubrí dolores que tengo que no había hecho conscientes”. “Me hizo darme cuenta de que no he realizado algo que verdaderamente anhelo por estar en el loop del día a día”. “Me dio tal claridad que pude resolver un tema que traía en la mente desde hace 3 años. “Fue una luz en mi camino”.
Escribir es estar en presente. Y estar presente es estar en paz.
Gracias por leerme,
Sofía.